LA PIEL HAMBRIENTA

LEO VICENT

 Podemos leer en la Tabla Esmeralda lo siguiente: " Lo primero que apareció en el mundo fue la luz (...) la cual dio nacimiento a la acción, la acción al movimiento y este al calor."

La física moderna ha demostrado que cuando la luz se detiene, deviene materia. De igual manera cuando la materia se torna fluída, como lo que se cuece en los hornos de los herreros, vuelve la energía de la luz.

Esta es la máxima aspiración del arte alquímico, corporizar el espíritu y espiritualizar el cuerpo.

Dicen lo sufies: En Nur, la luz, es igual a En Ruh, el espíritu. Y los cabalistas sostienen que la luz ( Or ) es hermana del espíritu ( Ruáj )

Esta fraternidad sorprendente solo puede ser explicada por un poeta o un mago, tanto da...Quizá también por un niño mudo con las manos en los bolsillos.

El espejo devuelve la luz, en cambio la miel, la atrapa. Ningún espejo se libra de su resplandor opaco. Pero la miel puede escaparse de ser vertida en la copa o en la boca.

El ser humano llava en si mismo, el productor y la sombra misma. Lucha contra su sombra Y la produce su cuerpo. Esto no le impide que, en despertando, rescate de si mismo la luz que le dio origen.

Encendida la luz no queda nadíe para mirarla excepto la luz misma.

Hubo una secta cristiana, los Mesalianos, en los primeros siglos que medían el grado de perfección de sus acólitos por su capacidad de percibir la Jerusalen Celeste o las vestiduras blancas, de luz, del Cristo transfigurado. Esta secta pensaba que la misión última era unirse al Jesús de esta visión.

En el siglo XIV la iglesia atacó a los padres hesycastas del monte Athos acusándolos de mesialismo.

El teólogo Palamas defendió a estos monjes en el concilio de Consantinopla, elaborando la teología de la luz tabórica vigente hasta nuestros días. Decía que la luz es divina y divinizante, es la misma gracia. Decía, asimismo, que en el monte Tabor Jesús no cambió, sino que por primera vez los apóstoles le vieron tal cual era. Yo, que soy un alumbrado un tanto dominguero, intuyo que somos un movimiento y un reposo a la vez, ondas y partículas, vacío y plenitud, llevo la luz en la punta del pincel.

He visto hombres y mujeres, un forjador y una jovén hindú, un viejo budoka japonés y una bruja, criaturas atravesadas por la gracia, desnudarse de sus vestidos de carne e iluminarse y resplandecer durante insantes, horas e incluso días. He visto irradiar de entre sus poros los viejos y hermosos fotones de los días antiguos, de antes de la caída. Su piel se convirtió primero en un lienzo y luego en una rosa extática que, ignorante del devenir, se muestra abierta ante los ojos. Exponían el alma y guardaban el cuerpo con un crujir de nudillos que golpean y un resplandor hermoso. He sido testigo, muchas veces, y aquí lo cuento, de el más grande de los viajes: El que va del sonido al silencio y de la iluminación a la ceguera producida por encarar el firmamento mismo.

Este libro es la historia de una búsqueda en pos de la luz última. Este libro es la historia de un viaje y de unos años oscuros.

ELLA ES LA CIUDAD

Así empieza el viaje

Hay ciudades que parecen estar dormidas en el aire, colgadas de una luz dorada y sorprendida, casi islas móviles, con alegres caminos por la cintura. En toda obra, huyendo del artesano, hay una pincelada que se queda sola, como montado en el aire, y más que una pincelada un eco misterioso de algo, una puerta para una revelación más intensa: algo que es más que real, y no obstante, solamente unos gestos que sueñan. Pues esa ciudad, en el regazo de la tierra, sería como una pincelada única. Ahora está bajo las aguas. Por el arco del pan se llegaría al mercado y por el arco de león a una plaza que tendría forma de concha. Hay niñas que juegan con el zureo de las palomas y señores que visten lobo con piel de nutria, tiene una alta torre como una lanza, con largas ventanas encristaladas de colores. Una posada llamada del Dragón y cambistas con gorros de Carcosa, verdes con una cinta negra, y en la mano la balanza de plata, como una gran araña. Los extranjeros beben en las tabernas los vinos perfumados y cuentan historias de sus países y de sus caminos, y siempre, que es obligatorio en los viajes donde no hay cadenas de maletas todas iguales, estarán escuchando como si les hablase una mujer desconocida, desde un sueño.
Ninguna historia me gusta más en las que pasa un instante, por el fondo del cuadro, una mujer bella y silenciosa, de la que nada se sabe: siempre hay un viajero que se enamora y se queda en la puerta mientras cae la noche, intentando besar con sus labios encendidos la fugitiva y escondida blancura.

LEO VICENT

Leo Vicent es artista plástico, ilustrador, escritor, conferenciante, caballero de fortuna, discípulo aceptado de la más antigua escuela de artes marciales tradicionales de Japón, Katori Shinto Ryu.  Maestro de VERDADERA DESTREZA, esgrima española del Siglo de Oro.

Director, redactor y presentador del podcast HORIZONTES PERDIDOS .






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