
LA CAPILLA PELIGROSA
LEO VICENT
EN PREPARACIÓN
Una novela de Templarios para acabar de una vez por todas con las novelas de Templarios...

LEA UN FRAGMENTO
Llaman "gloria" a estar siempre lejos de los seres queridos y de la propia tierra, persiguiendo inciertas empresas en las que no se sabe bien quién ha perdido qué.
Es de noche en ultramar y el zanquilargo escudero vela, aún, a la puerta de su tienda. El campamento de los templarios se extiende como la sal sobre la olla. Junto a él, arañando brasas a la hoguera, sacudiéndose el frio, Savinien, Teudín y otros escuderos. Otra jornada más en esta interminable campaña. Coronado de paja, Ferret, el tejón, sueña con los ojos abiertos. Recuerda la primera vez que sirvió a su caballero en una justa. Hace tanto tiempo. Recuerda y las imágenes de la memoria se plantan ante sus ojos.
Frente a él está la ciudad de Narbona. Puede verla... Ya se abre el torneo que habrá de celebrar las paces concertadas en Corbeil entre Luis, rey de los franceses, y Don Jaime, rey de Aragón y de Valencia. El clamor. Por encima de todo, el clamor de los caballeros lanzando al aire sus sombreros y las doncellas ululando como lo hacen en su Mallorca natal las mujeres sarracenas.
Allá trotan con sus estandartes los caballeros que van a entrar en liza. El paso, alegre y orgulloso; la rienda, bailarina; las armas, relucientes. Su caballero pone su montura sobre sus dos patas traseras bajo la mirada de los menestrales, siervos y criados que se asoman a las galerías altas. Su último torneo antes de partir a Tierra Santa.
En el estrado, el príncipe Jaime, heredero de Narbona, Montpellier y Carcasona, se inclina para mejor oír a su senescal: el hermoso Raimon.
- ¡Venid a ver! ¡Venid! La castellana ha arrojado su camisa al joven caballero D´Bois y éste se la ha puesto por encima de la cota de malla para justar en su honor.
Era D´Bois hombre con el labio superior partido, como de liebre, y hablar meloso.
Había nacido en la Marca, en una tierra rica en buenos caldos. Quizá por eso cuando no estaba a caballo, parecía andar achispado.
Y empieza la primera justa contra "el gran Quintín", gigantesco muñeco que gira sobre una estaca como una bruja en pleno delirio. La adarga de "Quintín" gira sin cesar, corta en seco la embestida de varios caballeros y los hace rodar por tierra. Después, se lanzan unos contra otros. Y como en una de las colas de un rayo, hay un batir vivo de fragua.
-D´Bois, que llevaba la camisa de la señora del castillo - cuenta el escudero a sus jóvenes compañeros de la orden - y quería ganar gloria ante sus ojos, arremetió desconsideradamente contra mi señor caballero y con un gran golpe de espada casi lo descabalgó. Mi señor, saliéndole la rabia por la visera, arrinconó al joven contra un palenque y le desarmó. Más, en el postrero instante, cuando estaba a punto de herirle, giró la espada, cambió el agarre y le golpeó con el pomo, de tal suerte que poco faltó para hendirle el yelmo y partirle la cabeza.
¿Queréis saber lo que gritó Raimon, el senescal ? Gritó por encima de los heraldos: "¡Eso ha sido para no romper la camisa de la señora!" Eso gritó.